El tomate se considera una fruta-hortaliza ya que su aporte de azúcares es superior al de otras verduras, lo que le confiere un sabor dulce.
Es una fuente interesante de fibra, minerales (potasio y fósforo), vitaminas (A y C) y también es rico en licopeno, pigmento natural que aporta al tomate su color rojo característico, y según estudios recientes, un potente antioxidante, sustancia que protege nuestro organismo del envejecimiento y previene el cáncer.
El tomate es un producto agrícola que se ha industrializado y se comercializa mucho: salsas de tomate, tomate en lata crudo, cocinado, zumos concentrados, gazpachos, tomate para pizzas, mermeladas y confituras, tomate deshidratados para sopas, kétchup, etc.
Gracias a su conservación (latas, tetrabreak, bote de vidrio) el tomate es un producto esencial en nuestra cocina. Antiguamente, la conservación del tomate se hacía de una forma natural. Sólo se podía hacer con el tomate de pera, por ser el que menos contenido en agua tiene. El método consistía simplemente en cortarlo en rama y colgarlo en un lugar donde estuviese aireado. El tomate se deshidrataba y podía durar varios meses. Hoy día, con los invernaderos, tenemos tomates todo el año, pero el que sabe mejor y es más nutritivo es el que se madura al sol, el tomate de verano (de agosto a octubre).
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